Que trabajen ellos
Un futuro donde trabajen los robots y los humanos vivan. ¿Utopía o algo factible?
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En la primera revolución industrial, producida a mediados del siglo XVIII, se produjo un cambio social de peso, tan acusado como en su día fuera el paso de nuestros antecesores de una sociedad nómada a otra de carácter sedentario. Esta revolución industrial hizo que pasáramos de una agricultura de carácter rural y el comercio de esos bienes conseguidos en la tierra a otra mecanizada, de carácter urbano y apoyándonos en la industrialización para cambiar sustancialmente el modo de vida del ser humano.
Desde entonces, la revolución ha sido imparable, y se ha conseguido mecanizar los procesos más físicos o tediosos, consiguiendo mejorar sustancialmente la seguridad y la calidad de vida de los operarios. Y provocando también que el perfil del trabajador cambie sustancialmente, apareciendo de la nada nuevos puestos de trabajo que se instauran progresivamente en el mercado. Y que, como todo ente vivo, mutan y se ven afectados por todos los cambios tecnológicos que van surgiendo.
Estos cambios tecnológicos se han visto expuestos en los últimos años a una escalada progresiva desde la llegada de Internet y el desarrollo de la Inteligencia Artificial. Hasta tal punto que nos vemos sumidos de forma silenciosa en una revolución sin parangón que va a modificar todo lo establecido hasta la fecha.
Las capacidades de los robots se multiplican, no tan solo en cuestiones mecánicas, sino gracias a esta inteligencia artificial, en cuestiones de toma de decisiones complejas que hace unos años eran directamente inimaginables.
Futuro apocalíptico o todo bajo control
Esta situación provoca que existan diferentes posturas con respecto a lo que nos espera. Por un lado, grandes gurús de la tecnología como Elon Musk, Stephen Hawking o Bill Gates han mostrado su miedo a que no exista una legislación vigente y se nos vaya de las manos, contemplando un futuro apocalíptico que siga esta línea temporal: primero los robots nos ayudarán de forma pacífica a muchas labores que hasta ahora están siendo llevadas a cabo por humanos, pero llegará un momento en que su inteligencia sea muy superior y puedan acabar constituyendo un serio problema para la humanidad.La no previsión de este escenario elaborando leyes y normas de férreo cumplimiento, muchas de ellas colindantes con el campo de la ética, puede conllevar un problema de calado como nunca antes hemos afrontado.
Este futuro que se avecina determina que en pocos años existen trabajos que dejarán de ser desarrollados por seres humanos. Pongamos por caso que su hijo se levanta el día de mañana y asegura querer ser cirujano. Todo un orgullo, ¿verdad? Quizá no lo sea tanto si tenemos en cuenta que existen cada vez más máquinas de precisión absoluta programadas para convertir las operaciones en coser y cantar. No, pero es que quiero ser radiólogo. Ya, pero es que hay máquinas que consiguen analizar en 15 segundos una resonancia magnética que un
ser humano tarda, a lo sumo, 45 minutos. Buff, no sé. ¿Periodista, quizá? Ay, amigo, los juntaletras tienen los días contados.
Los robots se ponen creativos
Nuestros amigos los robots ya pueden generar textos con sentido con una facilidad pasmosa. Y en pocos años desarrollarán con soltura esa labor. Como ya os contamos en esta tendencia, los robots comienzan a dedicarse con buen tino a eso de las cosas creativas. ¿Abogado? Seguro que un abogado siempre será humano, ¿no es cierto? Pues sentimos deciros que se trata de un trabajo donde porcentualmente se dedican muchas horas a revisar documentos. Algo que una inteligencia artificial hace, de facto, con mucha más precisión y rapidez que un humano. Ya de pilotos de avión (cuánto glamour) ni hablamos, los vuelos automatizados al 100% ya son una realidad. Vale, actores, los actores . Eeeemmm..es que ya se mete a actores fallecidos en películas mediante ordenador. Y responden de maravilla a las órdenes del director. Lo mismo pasa con músicos, capaces no sólo de ejecutar a la perfección una pieza musical...
Sino también de crearla (usando a The Beatles como inspiración):
Esta realidad creciente en el mundo de la Inteligencia Artificial y sus usos plantea dos posibles futuros, y como en todas las alternativas, una siempre parece mejor que la otra. Que los robots van a comerle la tostada laboralmente al ser humano parece un hecho más que contrastado, pero en el caso de que finalmente suceda, existen dos vías.
O bien la inteligencia artificial se impone y provoca despidos masivos en todas las empresas, generando unos índices de paro inasumibles por una masa social cada vez más numerosa y con mayor esperanza de vida
O por el contrario, los robots trabajan por nosotros, cotizan, y podemos comenzar a desarrollarnos plenamente en la vida contemplativa, alejados de toda carga laboral.
Esta segunda suena mucho más seductora, sin duda. Pero ¿cómo podríamos gestionarla? Suena tremendamente utópica, pero muchos gurús tecnológicos han afirmado que es perfectamente viable. Aquí entra en juego el llamado “ingreso básico universal”, que defiende Albert Wenger en esta charla TED.
Una economía basada en el trabajo de los robots podría algún día liberarnos de empleos anticuados y difíciles de llevar a cabo. No en vano, hace poco os hablamos del primer robot en nómina en Estados Unidos. Y esto abriría la posibilidad a que nuestros descendientes (directos, siendo muy optimistas, y después de algunas generaciones siendo más realistas) puedan dedicarse de lleno al disfrute vital y el desarrollo personal y artístico. ¿El trabajo dignifica? ¿Queremos una vida alejada de estas rutinas laborales o caeríamos en un pozo de holgazanería y condescendencia?
De primeras, conviene aferrarse a estudios que ponen cifras sobre la mesa referentes a la cantidad de trabajos que serán destruidos con la proliferación de los robots y la inteligencia artificial en los próximos años. Según el informe “Future of Jobs 2018”, elaborado por el Foro Económico Mundial, en los próximos años se destruirán muchísimos trabajos elaborados habitualmente por humanos, fundamentalmente relacionados con el empleo de la fuerza física (de momento, que como hemos visto también peligra el monopolio humano en las labores más creativas. Anteriormente, un estudio de expertos del Banco Mundial pronosticaba que entre 400 y 800 millones de personas perderán sus puestos de trabajo en 2030 debido a la automatización. El Informe del Foro Económico Mundial baraja esa caótica previsión y asegura que en 2025 se pueden perder unos 75 millones de empleos en todo el mundo. Igualmente, hace hincapié en que a día de hoy el 29% de las tareas laborales que se realizan en el planeta ya están elaboradas por máquinas.
Pero, al igual que ha sucedido desde la primera revolución industrial, las profesiones extintas han sido renovadas por otras que, sencillamente, no existían antes de la evolución tecnológica en cuestión. El FEM también pone cifra a esos nuevos empleos que ahora tan siquiera existen: 58 millones, en concreto.
Por tanto, parece claro que esta nueva e insondable revolución traerá tras de sí la extinción de muchos puestos de trabajo, pero también la creación de otros tantos completamente nuevos. Por tanto, la supervivencia humana pasa por ser capaz de reciclarnos laboralmente, prever hacia dónde nos dirigimos como sociedad y saber entender los cambios no como trabas, sino como nuevas posibilidades. De nuestra flexibilidad dependerá el éxito como especie.