Los robots quieren ser poetas
La Inteligencia Artificial empieza a usarse para cuestiones creativas.
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Piensas que en un futuro existirán trabajos que nunca, bajo ningún concepto, podrán desarrollar los robots. Otros sí, otros sin problema, ya sea en lo referente a cadenas de montaje o cuestiones relacionadas con la ciberseguridad, dan el pego sobradamente. Pero enseguida somos capaces de vislumbrar sobre trabajos que, a priori, parece que nunca podrán ser desempeñados por una inteligencia artificial. Cuestiones donde el componente humano sea extremadamente importante. Donde poner encima de la mesa aspectos referidos a las emociones, al puro sentimiento o la empatía entre humanos. Los robots no lloran, básicamente porque se acabarían oxidando.
Bueno, pues en el caso de que así lo creas, este artículo va a tirar por tierra todos tus prejuicios con respecto a los talentos ocultos que pueda tener un robot. El avance de la inteligencia artificial de momento consigue que puedas interactuar con tu televisión para que te muestre el resultado apropiado cuando le solicites ver nuevamente ese gol de Torres que nos hizo campeones de la Eurocopa por segunda vez. Empieza a ser tangible para la sociedad poco a poco, a sorbitos, si bien es cierto que la gran mayoría de sus funciones las realiza más allá del telón de lo visible por el grueso poblacional.
En ese segundo plano oscuro vive, se alimenta y se desarrolla, creciendo exponencialmente nuestro amigo el robot. Las inteligencias artificiales van recopilando datos que sirven para mejorar sus funcionalidades y seguir incrementando capacidades. En otras palabras, aprenden. Y esto, si lo miramos desde una óptica de ciencia ficción y futuros distópicos acojona lo suyo. Hace no mucho ya os mostramos lo que se traía Google entre manos, donde mediante ejercicio de fuerza se enseñó al mundo que lo de distinguir una llamada de una persona real de una que realice un robot ya empieza a ser tremendamente complicado. Esto es solo el comienzo de cara a relegar a nuestros queridos teleoperadores a un ingrato segundo plano.
No serán los únicos. Cuestiones tan abstractas y tan asociadas al talento innato como el propio arte empiezan a ser territorio también de robots. ¿No nos creéis? Empecemos por el elevado arte de la escritura, y en instancias más altas, de la poesía. He aquí algunos ejemplos capaces de hacer que aguantes la respiración y reflexiones sobre los nuevos caminos que abre la tecnología. Las máquinas han pasado de recomendarnos qué leer a convertirse en entidades creadoras en sí mismas. Las estimaciones de una prestigiosa entidad llamada Future of Life Institute auguran que para 2050 un robot será perfectamente capaz de escribir un best seller. Quizá también de firmar libros personalizados en una caseta de la Feria del Libro, aunque está por ver.
Y si pueden escribir con coherencia, pueden ganar certámenes literarios. Así sucede sin ir más lejos en el Nikkei Hoshi Shinichi Literary, un prestigioso concurso japonés donde se permite presentar obras realizadas por autores no humanos. Los jueces no conocen la identidad de los textos, con lo cual serán más justos a la hora de tomar sus decisiones. Y algún que otro relato creado por inteligencia artificial ya se ha colado en las fases finales. El jurado asegura que las novelas escritas por robots tienen una estructura por regla general muy bien planteada, si bien es cierto que se quedan algo cojos a la hora de desarrollar la psicología de los personajes.
Estas estimaciones alimentan sus buenas expectativas gracias a inventos como Benjamin, una máquina basada en textos previos que es capaz de elaborar guiones cinematográficos. Técnicamente se le denomina: Long Short-Term Memory (LSTM), y la hemos podido ver en acción después del estreno de su primer cortometraje. Se titula Sunspring, y podéis verlo aquí:
Lejos de tirar la toalla, y vista la gran acogida de esta ópera prima, han vuelto a la carga con un segundo corto, protagonizado nada más y nada menos que por David Hasselhoff. Lo mejor de la raza humana al servicio de la inteligencia artificial. Qué cosas.
Un robot sin nada que envidiar a Bécquer
Por tener, ya tenemos hasta trabajos robóticos de poesía en las librerías. Es el caso de la editorial china Cheers Publishing, que se ha encargado de lanzar: La luz solar se perdió en la ventana de cristal, un completo poemario. ¿Y quién es el autor? Microsoft Little Ice. Parece el nombre de cualquier vecino oriundo de Cuenca (jeje) , pero en realidad es un algoritmo que ha memorizado una gran cantidad de sonetos, para luego crear más de 10.000 poemas. Los mejores, (se habla de 139 textos) se han publicado, y otros flotan a la deriva por Internet bajo diferentes pseudónimos. He aquí un ejemplo de su obra:
“La lluvia sopla a través del mar
Un pájaro en el cielo
Una noche de luz y calma
La luz del sol
Ahora en el cielo
Corazón frío
El salvaje viento del norte
Cuando encontré un nuevo mundo…”
Bueno, no es Lorca, pero sin duda por algo se empieza. En España, por cierto, también hemos hecho nuestros pinitos. WASP es otro robot poeta, creado por Pablo Gervás, doctor en Informática de la Complutense, que lleva dos décadas mejorando este software de inteligencia artificial. Su obra la escribe inspirándose en diferentes sonetos que datan del Siglo de Oro español.
El caso es que los robots no utilizan estas recién adquiridas habilidades también para componer música. Hasta ahora, habíamos visto a nuestros metálicos amigos descubriéndose como unos expertos ejecutores en el noble arte de la precisión musical:
Ahora, otro paso adelante. Una universidad finlandesa ha perfeccionado un software bautizado como DeepBeat que es capaz de escribir letras de rap, esmerándose con total dedicación para generar tipologías diversas de rimas y combinando líneas de canciones ya existentes. Entrando en su web, https://deepbeat.org/, el usuario será capaz de sugerir un ritmo o palabras sueltas para contribuir al aprendizaje de la IA.
¿Toca echarse a temblar? Definitivamente no. El truco está en utilizar estas nuevas capacidades como un apoyo esencial para el ser humano, pero interactuar con ellas desde la simbiosis, y no con ánimo de que sean entes completamente autónomos que acaben por relegar las capacidades creativas humanas hasta superarlas. Mejor siempre en equipo, amigo lleno de chips. Aquí paz y después gloria.