El Internet de las cosas
Todo lo que nos rodea estará conectado a Internet. Y esta situación requiere tecnología y mayor seguridad para llevarse a cabo. Este es el desafío del Internet de las Cosas (IoT)
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El internet de las cosas. Dilo en voz alta. Suena de todo menos sofisticado. Y sin embargo, debajo de esta frase tan de andar por casa se esconde una tecnología que va a cambiar (está cambiando) absolutamente todo. No es cuestión de que se convierta en una expresión de andar por casa al traducirla, en inglés ese Internet of things también va calzado con pantuflas de andar por casa.
El Internet de las cosas surge como concepto en 1999, durante una conferencia en el MIT sobre la identificación por frecuencia en red y diversas tecnologías de sensores. Poco antes lo había ya planteado previamente Kevin Ashton, que había hecho este razonamiento pocos meses antes:
"Los ordenadores actuales —y, por tanto, internet— son prácticamente dependientes de los seres humanos para recabar información. Una mayoría de los casi 50 petabytes (un petabyte son 1024 terabytes) de datos disponibles en internet fueron inicialmente creados por humanos, a base de teclear, presionar un botón, tomar una imagen digital o escanear un código de barras. Los diagramas convencionales de internet dejan fuera a los routers más importantes de todos: las personas. El problema es que las personas tienen un tiempo, una atención y una precisión limitados, y no se les da muy bien conseguir información sobre cosas en el mundo real. Y eso es un gran obstáculo. Somos cuerpos físicos, al igual que el medio que nos rodea. No podemos comer bits, ni quemarlos para resguardarnos del frío, ni meterlos en tanques de gas. Las ideas y la información son importantes, pero las cosas cotidianas tienen mucho más valor. Aunque, la tecnología de la información actual es tan dependiente de los datos escritos por personas que nuestros ordenadores saben más sobre ideas que sobre cosas. Si tuviéramos ordenadores que supieran todo lo que tuvieran que saber sobre las “cosas”, mediante el uso de datos que ellos mismos pudieran recoger sin nuestra ayuda, nosotros podríamos monitorizar, contar y localizar todo a nuestro alrededor, de esta manera se reducirían increíblemente gastos, pérdidas y costes. Sabríamos cuándo reemplazar, reparar o recuperar lo que fuera, así como conocer si su funcionamiento estuviera siendo correcto. El internet de las cosas tiene el potencial para cambiar el mundo tal y como hizo la revolución digital hace unas décadas. Tal vez incluso hasta más".
Pero ¿Qué es el Internet de las Cosas?
Ya en aquel momento tuvo sentido. Sentadas las bases teóricas, definamos un poco más el término. El IoT (así llamado como acrónimo) lo que pretende básicamente es conectar todos los objetos que nos rodean, con nosotros mismos pero también entre ellos. Buscando esa conexión siempre desde un punto de vista de utilidad para el usuario. Que sí, que los operadores hoy día ya te ofrecen en tu hogar una conexión a Internet que parece digna. Pero os lo aseguramos, se acerca la revolución.
Este internet de las cosas puede estar presente en tu casa, donde, además de todos los dispositivos que usas de forma natural con acceso a internet, cada vez son más (electrodomésticos, bombillas y un eterno etcétera) los que forman parte de esta nutrida red llamada IoT. Imagina, por caso, un coche que se pone en contacto directamente con el proveedor cuando tu nivel de aceite está peligrosamente bajo.
Ahora toca mirar a través de la ventana.
El Internet de las cosas no deja de crecer y una de sus funcionalidades primordiales es convertir a las ciudades en Smart Cities. Algo que, más allá de lo marketiniano que suena el asunto, puede contribuir a facilitar en grado sumo la convivencia en determinadas junglas de asfalto. Sirve para medir de forma autónoma algunos parámetros (temperatura, luz, humedad, fallos de determinado mobiliario urbano), pero también se llenan las ciudades de sensores para entender problemas tan históricos como los atascos, por ejemplo, regulando de forma automática los semáforos en función del tránsito recogido por parte de estos sensores.
Lo de ese coche autónomo que no requiere nadie que lo conduzca y te desplaza de forma segura a cualquier lugar, como has adivinado, también está muy relacionado con este Internet de las Cosas.
Los obstáculos tecnológicos del IoT
Para el desarrollo de este Internet de las cosas, existen una serie de barreras fácilmente traspasables gracias a la tecnología actual.
En primer lugar, los procesadores, ya que van a ir incluidos en todos los dispositivos, necesitan ser cada vez más pequeños. Los avances en este campo dejarían boquiabierto a cualquiera.
En segundo lugar, sucede lo mismo con los sensores de los que hablábamos en el párrafo anterior. Conseguir que sean de reducido tamaño y de amplia fiabilidad es un nuevo reto. También lo es la difusión de la información recibida por esos chips y sensores, almacenada en un dispositivo tecnológico para ser transmitida a otro de forma lo más inmediata y fiable posible. Para ello, las conexiones, ya sean inalámbricas o mediante cable, han de ser cada vez más veloces. El 5G ha llegado para ser el principal aliado del Internet de las Cosas.
Aspectos positivos y negativos del Internet de las Cosas
Ir por el buen camino en estas tecnologías de las que os hablamos implica que la difusión de IoT se está desarrollando a pasos agigantados. Y esta situación genera también cierto rechazo ético. Mucha parte de la sociedad civil siente un pavor lógico a la robotización de todo lo que nos rodea y a que muchos de los datos recabados puedan ser utilizados por multinacionales sin alma con el único cometido de esclavizarnos gracias a conocer nuestros hábitos hasta ahora privados.
Retos del Internet de las Cosas
Pese a su carácter innovador y que puede aportar muchísimas comodidades a la sociedad, también existen unos retos que hay que pulir antes de que está completamente instaurado en la sociedad.
El reto fundamental tiene que ver con la seguridad y la privacidad de los datos que se emiten constantemente desde estos dispositivos a la nube.
Las empresas aún no se atreven a invertir por la dificultad de estimar los costes y de recibir en corto o medio plazo un rédito interesante.
Todavía no existe el número de personal cualificado necesario para afrontar un cambio semejante.
También existen dudas razonables sobre la verdadera capacidad de conectividad del Internet de las Cosas con la llegada del 5G. Y al movernos en estimaciones, todo son dudas.
Esta situación incómoda choca de frente con la cantidad de aspectos positivos que tendría para nosotros como sociedad, pero ante todo hay que desarrollar un esfuerzo inequívoco de cara a potenciar la seguridad de todos estos cachivaches. Más aún después de que se haya demostrado sobradamente que, en ocasiones, han podido hackearse de forma sencilla para pervertir su cometido principal. Piensen en el peligro potencial de que ciertas imágenes que provengan de, pongamos por caso, una cámara integrada en un peluche infantil, puedan llegar a manos equivocadas.
A pesar de los recelos, esta tendencia es imparable. Se estima que hoy día más de 21.000 millones de dispositivos estén conectados a nivel mundial (siempre que la pandemia y el retroceso económico no lo impidan, por supuesto) . Las perspectivas de crecimiento, como podréis apreciar, son enormes:
El mercado incrementará ingresos en un 20% este 2020
Las conexiones de IoT aumentarán un 130% hasta 2024
Moverá una estimación de 2,4 billones de dólares para 2027
La tecnología existe, las ganas de instaurarla también y los miedos que provoca no son lo suficientemente potentes como para suponer un palo en los radios de la rueda de la gran maquinaria industrial. Que empiece el juego, entonces.